Ayer 18 de noviembre fue un día negro para la salud mental colectiva de Cádiz. Fue el día en que los odiadores de turno han vuelto a vandalizar la placa de lugar de memoria de la Puerta de Tierra. A ofender al centenar y medio de gaditanos asesinados en ese lugar.
Desde la Plataforma Carranza Incumple queremos denunciar estos hechos, que se producen más de 87 años después de que se produjeran, para que todo Cádiz reflexione sobre lo que está pasando en estos tiempos donde el alcalde Carranza, en el mejor de los casos, se iba a la cama con los ojos y oídos tapados de lo que estaba pasando en los fosos de las Puertas de Tierra, a escasos metros de su despacho en San Juan de Dios.
Precisamente, hoy traemos un escrito que José Luis Gutiérrez Molina, historiador, psicólogo y miembro del grupo de investigación Historia Actual de la Universidad de Cádiz y director científico de la página web Todos los Nombres (www.todoslosnombres.org) nos ha escrito sobre la figura de Marcelino Rancaño, el Jefe de los servicios de Justicia de los golpistas en Cádiz. Da terror el personaje.
Marcelino Rancaño Gómez, de juez de Instrucción de San Fernando a Jefe de los Servicios de Justicia golpistas de Cádiz
El 3 de marzo de 1937 Queipo de Llano ordenó que todos los detenidos, a los que lo fueran en el futuro y a los presentados, se les instruyeran procedimientos por las autoridades militares competentes. La finalidad era delimitar las «responsabilidades» que pudieran tener. Dos días después Marcelino Rancaño Gómez fue nombrado juez instructor y jefe de los Servicios de Justicia de Cádiz. Fue la persona que más veces ejerció de ponente.
Rancaño era un juez de instrucción que había llegado a San Fernando procedente de la localidad pacense de Almendralejo. No se trataba, como en otros casos, de un recién llegado. Era juez desde 1923. Una experiencia que, quizás, le llevó a ocupar puestos de mayor importancia como la jefatura de los Servicios de Justicia golpistas durante 1937. Como ponente redactó la sentencia de 95 consejos de guerra celebrados en Cádiz entre marzo y diciembre.
Solo quiero mostrar algunos ejemplos del estupor que produce intentar comprender cómo un juez de instrucción, como lo era Marcelino Rancaño, pudiera redactar párrafos como los que sigue:
«RESULTANDO que del examen de la sumaria se desprende que el procesado Juan Barreiro Sánchez es individuo de ideas extremistas y que en diversas ocasiones ha hecho propaganda de las mismas tanto oralmente como por medio de pasquines clandestinos dando él mismo ejemplo de las ideas que predicaba figurando en las manifestaciones con corbata roja y camisa azul y el puño en alto». Hechos que consideraba probados y que habían conducido a «provocar y excitar a otras personas a la participación o comisión de actos típicamente encajados en el concepto de rebelión como los que se produjeron al estallar el Movimiento Nacional». Es decir que resistir al golpe de Estado era una «rebelión» que, en este caso, merecía pasar seis años en la cárcel.
Otro caso, Rancaño Gómez no dudaba en considerar que «la subversión de todos los valores morales y de todos los principios que rigen la organización del Estado ha culminado en el momento presente en la convulsión terrible a que se ve sometida la patria…». Como si se hubiera encontrado con el problema y no participara de un golpe de Estado concebido para exterminar a todos aquellos que se pensara necesario y crear el terror en los demás de los que consideraban que tenían como «finalidad primordial subvertir, destruyéndolos, todos los principios básicos de una sociedad organizada adecuadamente y la de someter ésta a influencias y directrices de sectas internacionalistas y a intervenciones efectivas, políticas e ideológicamente, de otros pueblos extranjeros… aquellos elementos componentes de este conglomerado que constituía la antipatria, y que buscaba la destrucción de la misma, el aniquilamiento de sus espirituales valores, de sus tradiciones, de su historia, para someterla a la dominación y el influjo de otros poderes extra nacionales, no otra personalidad perseguían que la de levantarse abierta y hostilmente contra esa misma Patria que no quería perecer ni morir y menos aceptar la mediatización de poderes extraños».
¿Cómo pudo escribir estas líneas Rancaño que, además, mandaban a la muerte a dos hombres a los que sus jefes de trabajo y vecinos consideraban buenas personas y trabajadores?
José Luis Gutiérrez Molina
@GutirrezJL